El cabo Trafalgar se trata de un pequeño islote situado
entre las ensenadas de Conil y Barbate unido al continente por un doble tómbolo
de arena, que se considera el extremo noroccidental del estrecho de Gibraltar.
A los lados del cabo Trafalgar se encuentran las playas de los Caños de Meca y
la de Zahora.
El lugar, aunque parece poco habitable por su aridez y por
su cercanía al mar está cargado de historia. En la época romana, donde hoy se
levanta el faro, existía un templo dedicado al dios Juno. Había incluso un
altar para los sacrificios en su honor. Aún hoy, algunos submarinistas dicen
haber visto el templo sumergido en las aguas del cabo. También existen los
restos arqueológicos de una factoría romana de salazones. Los árabes
construyeron en el siglo IX una torre de vigilancia cuyos restos aún hoy pueden
verse junto al faro. Es la torre de Trafalgar, de planta cuadrangular reforzada
por sillares, parcialmente derrumbada a mediados del siglo XIX para construir
el faro con sus restos. El faro actual data de 1860 y ha sufrido varias
reformas hasta nuestros días, siendo la más importante la de 1929, con la
reestructuración de su aparato óptico. Es una torre troncocónica esbelta,
blanca y de 34 metros de alto.
En las inmediaciones del cabo Trafalgar tuvo lugar el 21 de
octubre de 1805 la célebre batalla de Trafalgar, en la que se enfrentaron los aliados
Francia y España (al mando del vicealmirante francés Pierre Villeneuve, bajo
cuyo mando estaba por parte española el teniente general del mar Federico
Gravina) contra la armada británica al mando del vicealmirante Horatio Nelson.
La batalla de Trafalgar fue una batalla naval que tuvo lugar
el 21 de octubre de 1805, en el marco de la tercera coalición iniciada por
Reino Unido, Austria, Rusia, Nápoles y Suecia para intentar derrocar a Napoleón
Bonaparte del trono imperial y disolver la influencia militar francesa
existente en Europa. Tuvo lugar cerca del cabo Trafalgar (provincia de Cádiz),
donde se enfrentaron los aliados Francia y España (al mando del vicealmirante
francés Pierre Villeneuve, bajo cuyo mando estaba por parte española el
teniente general del mar Federico Gravina) contra la armada británica al mando
del vicealmirante Horatio Nelson.
Los acontecimientos históricos que precedieron a esta
batalla se inicieron en el intento frustrado por parte de Napoleón de invadir
las islas Británicas, en el que la escuadra franco-española debía distraer a la
flota británica y alejarla del Canal de la Mancha para dirigirla hacia sus
posesiones en las Indias Occidentales. Este plan de distracción fracasó, y se
agravó con la consiguiente derrota de Finisterre (22 de julio de 1805). Tras
esta derrota, la flota se dirigió al puerto de Cádiz, de donde zarparía el 19
de octubre hacia Trafalgar.
La flota franco-española se vio bloqueada en Cádiz por
Nelson, y en septiembre Napoleón ordenó a Villeneuve navegar a Nápoles para
despejar el Mediterráneo del hostigamiento de los buques ingleses, pero no
obedeció esta orden, permaneciendo en puerto. A mediados de octubre, conociendo
las intenciones de Napoleón de sustituirle y enviarle a París para pedirle
cuentas por sus acciones, se adelantó a la llegada de su reemplazo y partió de
Cádiz con la flota combinada el 18 de octubre. La flota combinada compuesta por
33 buques (15 de la flota española y 18 de la flota francesa) se encontró
entonces con la flota de Nelson compuesta por 27 navíos cerca del cabo de
Trafalgar, y el 21 de octubre tuvo lugar el mayor combate naval de la historia:
la batalla de Trafalgar, donde la flota franco-española fue definitiva y
abrumadoramente derrotada por la superioridad técnica y táctica de la Armada
Real Inglesa. Nelson fue herido de muerte durante la batalla, convirtiéndose en
uno de los más grandes héroes de guerra de Gran Bretaña. Villeneuve y su buque
insignia, el Bucentaure, fueron capturados por los ingleses junto con otros
muchos buques españoles y franceses. El almirante español Federico Gravina se
escapó con parte de la flota pero sucumbió meses más tarde por las heridas
sufridas durante la batalla.
El combate empezó al mediodía, cuando un cañonazo de un
navío de la retaguardia de la combinada disparó contra el Royal Sovereign que
mandaba Cuthbert Collingwood. La flota inglesa, al mando de Horatio Nelson,
atacó en forma de dos columnas paralelas en perpendicular a la línea formada
por Villeneuve, lo que le permitió cortar la línea de batalla enemiga y rodear
a varios de los mayores buques enemigos con hasta cuatro o cinco de sus barcos.
En un día de vientos flojos, la flota combinada navegaba a sotavento, lo que
también daba la ventaja a los ingleses y, para colmo de desdichas, Villeneuve
dio la orden de virar hacia el noreste para poner rumbo a Cádiz en cuanto tuvo
constancia de la presencia de la flota inglesa. Villeneuve intentaba huir casi
sin presentar batalla, cuando la flota combinada francoespañola era, en cuanto
a navíos, superior a la inglesa. La virada se realizó desordenadamente, ya que
la virada en redondo con viento flojo tomó mucho tiempo a determinadas unidades
muy pesadas y poco maniobreras. La línea de combate quedó deshecha y
desaprovechada su mayor potencia de fuego. El ataque de Nelson desorganizó
completamente la línea, consiguiendo la división de ésta en tres. Esto permitió
a la escuadra de Nelson capturar a los barcos franceses y españoles, cortar la
línea y batirles con artillería por proa y popa, los puntos más vulnerables de
este tipo de embarcaciones. Para colmo de despropósitos, la escuadra de
vanguardia quedó aislada del combate y se alejó considerablemente del centro de
la batalla aún a pesar de las explícitas órdenes. En el espacio de dos horas,
la mayoría de los navíos más importantes de la flota franco-española ya se
habían rendido o ya no disparaban sus cañones. A las seis y media de la tarde
finalizó el combate, quedando la flota franco-española aniquilada en todos los
sentidos. La mayoría de los barcos españoles y franceses que habían sido
apresados por la flota británica fueron llevados a Gibraltar. Esa noche se
desató una tormenta; algunos barcos no pudieron aguantar, como el Santísima
Trinidad, que se hundió con los heridos; otros pudieron llegar a las costas del
Golfo de Cádiz.
Con todo, la batalla de Trafalgar otorgó a los británicos el
dominio absoluto de los mares no sólo durante las campañas napoleónicas, sino
también durante la práctica totalidad del siglo XIX. No en vano está dedicada a
Trafalgar la plaza más importante de la ciudad de Londres. Curiosamente, se
pueden encontrar calles dedicadas a esta batalla en varias ciudades españolas,
tal es el caso de Barcelona, Leganés, Málaga o la propia capital (Madrid). El
hecho que la flota española fuera fuertemente debilitada durante la batalla de
Trafalgar dificultó el tráfico comercial y militar así como el control de las
colonias españolas en América que sumado a la situación de conflicto en Europa,
se facilitó el éxito de los patriotas en las guerras de independencia
hispanoamericanas producidas desde el año 1810 y siguientes.
Fuentes:
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