La
fortaleza de Castellar Viejo se alza sobre un cerro de empinadas laderas en
pleno Parque Natural Los Alcornocales, entre los ríos Guadarranque y
Hozgarganta, divisando el embalse del Guadarranque y los bosques de sus
laderas, así como Gibraltar y el estrecho, a las afueras del actual
emplazamiento de localidad de Castellar de la Frontera, provincia de Cádiz. En los días claros, desde Castellar Viejo se
divisa perfectamente, además de su entorno más cercano, la bahía de Algeciras,
el peñón de Gibraltar y la costa del continente africano. Como su nombre
indica, esta fortaleza árabe construida en el siglo XIII se encontraba en una
posición de frontera, defendiendo el reino de Taifas, de Algeciras. Fue antigua
residencia de los Condes de Castellar.
Castellar
de la Frontera fue uno de los eslabones de la cadena de fortalezas del reino
nazarí, enlazando por el sur con la torre de Palmones y la bahía de
Algeciras y al
norte con Jimena de la Frontera.
La
fortaleza de Castellar Viejo está conservada en muy buen estado, a pesar de su
antigüedad. El modesto pueblo que encierra la convierte, además, en una de las
escasas fortificaciones medievales habitadas todavía hoy. El casco urbano
consiste en un breve conjunto de pequeñas plazoletas y calles estrechas, cortas
y sinuosas, de indudable sabor andalusí.
Juan de
Saavedra, alcaide de Jimena de la Frontera, tomó el castillo en 1434 para la
corona de Castilla. Juan II concedió a Juan de Saavedra la alcaldía de la
villa, dándosela más tarde en Señorío. Conquistada de nuevo para el reino de
Granada, volvió a ser conquistada, una segunda vez, por Juan de Saavedra que recobró
su señorío, siendo
heredado durante muchas generaciones por los Arias de Saavedra, a los que
Carlos V concedió en 1539 el título de Condes de Castellar. Sus descendientes
ostentaron el Condado de Castellar. Desde entonces la economía local se basó en
la agricultura, en la ganadería
y en otras actividades relacionadas con el monte.
La
construcción de la primitiva fortificación data de los siglos XIII y XIV, con
estructura y detalles de torres y puertas característicos del reino de Granada.
Aunque algunos elementos fueron añadidos
más tarde. En la época cristiana (siglos XV al XVII), ya contaba con la
muralla, torres y el alcázar-palacio.
Su
planta es de forma irregular, y posee un recinto amurallado con barbacanas,
cubos, torres de flanqueo y torres de ángulo cuadradas y circulares, algunas de
ellas coronadas con almenas. Destacan las torres de su entrada, con elementos
defensivos como las barbacanas que defienden el acceso del castillo, perforadas
con saeteras y una puerta en recodo abierta bajo un bello arco peraltado
enmarcado por otro de herradura. Entrando por el arco de la Villa, se encuentra
el Alcázar o palacio del marqués de Moscoso con la torre del homenaje. Desde el
pequeño patio de armas se accede al caserío interior, con casas blancas y
calles estrechas y sinuosas cuajadas de flores. Entre los edificios destacan,
además del alcázar de los Condes de Castellar, el Ayuntamiento y la Iglesia del
Divino Salvador, de estilo barroco. Más bien parece una alcazaba, en la que el
castillo sería la zona militar separada de la zona administrativa y civil. Los
materiales empleados en este conjunto de fortificaciones son de mampostería con
piedras más o menos labradas y regulares, y ladrillos en los arcos. Se conserva
en buen estado la entrada, con arcos de herradura, que daba paso al recinto
dentro del cual se cobija el poblado al amparo del castillo. A partir del
recinto fortificado, la población se desarrolla en su interior, incorporando
algunos elementos a la muralla, con la intención de comunicar las casas
adosadas a ella, que son las que primero se desarrollan. Fue restaurado
parcialmente en el año 1979.
Es de
acceso libre. Se puede ver el interior previa solicitud. Más información en
Ayuntamiento de Castellar de la Frontera, teléfono (956) 32 60 49.
Fuentes:
Castillos
de España (volumen I). VV.AA.,
Editorial Everest, S.A., León, 1997, (Pgs. 91-94).
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